Soledad

Hace un tiempo me propuse representar la soledad. Pinté a una marabunta de gente acelerada. Cuerpos que chocaban. Nadie miraba a nadie. Todos estaban demasiado absortos en sus preocupaciones. Me autorretraté en el centro de lo que pretendía ser una imagen de una gran ciudad; los ojos bien abiertos y la mirada fija en el espectador. Pero algo no me convencía.

Fui invitando a gente al estudio. Personas de distintas edades, cada una con una cultura visual diferente. La conclusión fue que en líneas generales a todos les agradaba. Después de detenerse a mirar la obra, comentaban sobre algún retrato, el cielo o los edificios… Pero algo no me convencía.

Deje reposar la obra un par de meses y me pare a pensar, ¿realmente este cuadro representa la soledad? Me había encariñado con cada uno de los personajes, había imaginado sus historias, les llamaba por sus nombres, incluso a alguno le había apodado con algún mote. Y así de manera sutil la motivación original de la obra había sido trasladada a segundo plano. Una visión tecnicista me estaba desorientado. Me di cuenta de que había representado la soledad de manera descriptiva, como un espectador que de manera pasiva se dedicaba a narrar aquello que observa.

Era una imagen cobarde, distante. No interpelaba a nadie porque no había quien hablará, la había pintado sin implicarme. Retrato externo. Sin sentimiento.

Volví a parar a pensar, a centrar el foco, ¿qué pretendía? Plasmar en un a imagen el dolor que produce la soledad. Un dolor tan silencioso y callado como profundo. Un dolor agudo que poco a poco apagando cualquier ápice de luz. Un pesado y denso dolor que ensordece hasta el punto de convertir a la persona en un ser apático y desvinculado de la vida. En una sórdida imagen de negro aplastante, no hay alegría ni pena, que traducida en pincelada, empape. No. Los sentidos se apagan Se abre un abismo que rompe con cualquier realidad emocionante. Nada. Supongo que lo describiría como caer en la nada.

 

Técnica mixta sobre lienzo
200x130cm